
Los estadios españoles buscan dinero desesperadamente, y no es por capricho. 19 días de negocio al año ya no son suficientes
El City acaba de fichar a quien le da la gana. El Al-Hilal le ha pagado a Neymar más de 100 millones al año. El Chelsea se gasta 300 millones en un verano y no pasa nada. Y mientras tanto, el Real Madrid tiene que convertir el Bernabéu en un centro comercial con césped retráctil para intentar seguir el ritmo.
Esta es la historia que nadie cuenta cuando habla de por qué los estadios españoles se están transformando en máquinas de hacer dinero 365 días al año. No es tanto innovación como supervivencia.
El problema empezó cuando la Premier League comenzó a repartir 2.000 millones al año solo en derechos televisivos. Luego llegaron los clubes-estado. El City, el PSG, el Newcastle. Después apareció Arabia Saudí ofreciendo contratos que hacen parecer pobres a los jeques del Golfo.
Los clubes españoles miran sus ingresos y hacen cuentas. El último de la Premier ingresa más por televisión que el cuarto de La Liga. El Nottingham Forest puede pagar salarios que Sevilla o Valencia no se pueden permitir. Y cuando intentan competir por un jugador decente, aparece un club saudí ofreciendo el triple.
¿La solución? Exprimir el estadio hasta la última gota. Conciertos, bodas, tours, restaurantes, concursos de hamburguesas, lo que sea. Porque 19 partidos de Liga al año ya no dan ni para pagar la plantilla de un equipo de media tabla.
La metáfora valenciana
El Roig Arena está a punto de abrir sus puertas y ya tiene un largo listado de eventos confirmados. Será el pabellón cubierto más grande de España, con capacidad para 18.600 personas en conciertos. Juan Roig, dueño de Mercadona, ha puesto 280 millones de su bolsillo para hacerlo realidad.
A seis kilómetros, en la otra punta de Valencia, está el esqueleto del Nou Mestalla. Abandonado desde hace 16 años, en un limbo incómodo para todos —club, afición, ciudad, ayuntamiento—, pero ya es tarde para recular. Las obras se acaban de retomar porque no quedaba otra.
Entre esos seis kilómetros hay una realidad incómoda: el Roig Arena va a comerse el mercado de eventos que el Valencia CF necesita desesperadamente. El club espera que el Nou Mestalla, cuando esté terminado en 2027, funcione 365 días al año para generar los ingresos que le permitan sobrevivir. Pero para entonces, el pabellón de Roig ya se habrá llevado muchos de los conciertos y eventos grandes que no sean fútbol al aire libre.
La jugada de Roig es brillante: un espacio multiusos que no depende de fichajes, ni de clasificarse para Europa, ni de competir con petrodólares. Solo necesita que la gente quiera ver a Taylor Swift, a Bad Bunny o a quien visite Valencia ahora que tendrá un lugar idóneo. Y eso encaja de maravilla con la cultura del evento que impera en esta era.
Mientras tanto, Peter Lim tiene al Valencia al borde del abismo, con un estadio a medio hacer que cuando abra llegará tarde a la fiesta.
Y por ahí van los tiros de esta historia. De cómo el fútbol español ha descubierto que el negocio del ladrillo deportivo ya no funciona como antes.
Y los casos en Madrid y Barcelona
El Real Madrid lo tenía todo calculado. Gastarse 1.347 millones en el nuevo Santiago Bernabéu no era un capricho, era necesidad para seguir compitiendo contra City o PSG.
El plan era brillante: conciertos todo el año, un Starbucks de 900 metros cuadrados, tours a 30 euros por cabeza. Taylor Swift les dejó 9 millones en dos noches. A ese ritmo, amortizas la inversión y tienes para fichar.
Pero no prestaron suficiente atención a un detalle. Los vecinos.
95 decibelios cuando el límite legal es 58. 24 denuncias que no vieron suficiente la propuesta del club de insonorizar su casa gratis. 2,6 millones en multas. Conciertos suspendidos hasta nuevo aviso. El estadio más caro de Europa no puede hacer su negocio porque las casas están a 30 metros. Y sin esos ingresos extra, ¿cómo compites con los petrodólares?
El Atlético intentó capturar ese valor gracias a que su estadio, el Metropolitano, está en medio de la nada en comparación con el céntrico Bernabéu. Y con ello comenzó hasta que llegaron las amenazas de denuncias. Pero de momento va a dar cobijo a diez conciertos de Bad Bunny, a millón ingresado por concierto.
Mientras tanto, el Barça está metiendo 1.450 millones en el Camp Nou tras perder 100 millones al año jugando en Montjuïc. Es la paradoja perfecta: necesitas gastar dinero que no tienes para generar dinero que necesitas para competir con clubes que tienen dinero infinito.
El plan es que el nuevo estadio genere 247 millones anuales. No solo de fútbol, claro. De todo lo que se pueda monetizar. Porque con 19 partidos de Liga no llega ni para pagar los intereses del crédito de Goldman Sachs.
El boom que todos quieren cazar
España facturó 725 millones en música en vivo en 2024. Tercer récord consecutivo. El FOMO y las redes sociales son gasolina. Los clubes miran estas cifras y salivan. Si pueden quedarse con un trozo de ese pastel, tal vez puedan fichar a un lateral decente. Tal vez.
Por eso todos miran sus estadios pensando: ¿cómo exprimo más pasta de estos ladrillos? El Betis anda reformando el Villamarín, no para dar muchos conciertos ni acoger un centro comercial, pero sí para dar cobijo a un hotel, un centro de bienestar y una clínica. El Athletic estudia qué hacer con San Mamés mientras lanza entradas carísimas a cambio de una experiencia de postín, charla con jugador y directivo incluida. Todos han entendido el mensaje: o encuentras nuevas fuentes de ingresos o te conviertes en la cantera de los saudíes.
Los estadios del futuro no serán estadios de fútbol que también hacen otras cosas. Serán espacios multiusos donde ocasionalmente se juega al fútbol. Juan Roig lo ha entendido perfectamente. Por eso construye pabellones, no compra clubes de fútbol. Podría rescatar al Valencia CF —su hermano tiene el Villarreal y lo está gestionando de maravilla— pero ese movimiento no se ha dado y ya parece completamente descartado. Otro hermano sin desbravar presidió el club en los noventa y salió regular.
Los clubes que entendieron esto a tiempo tal vez sobrevivan. Los que sigan pensando que 19 partidos al año son suficientes, acabarán siendo las canteras del próximo club-estado que aparezca.
Imagen destacada | Real Madrid
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La noticia
Los estadios españoles buscan dinero desesperadamente, y no es por capricho. 19 días de negocio al año ya no son suficientes
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Lacort
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